Época: América Central
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
El arte de América Central

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

La personalidad de los desarrollos culturales acaecidos en Mesoamérica y el Area Andina entre el 300 y el 900 d. C., hace que inevitablemente buena parte de América Central se interprete en función de los procesos de expansión o detracción constatados en ambas regiones.Tal vez como consecuencia de ellos, se extiende el uso de la arquitectura monumental en Honduras y El Salvador, según manifiestan asentamientos como Yarumela, Tazumal, Los Naranjos y Tenampúa. En estos centros, los grupos se organizan en torno a plazas y patios delimitados por estructuras piramidales y palaciegos, de similar concepción a las existencias en áreas más septentrionales.En esta misma región, y siguiendo una tónica similar a la de algunos centros mayas, se produce la influencia teotihuacana poco después del 300 d. C.; por ejemplo, en el río Lempa se descubrieron figurillas de arcilla moldeadas, candeleros y floreros de frecuente aparición en la metrópoli del centro de México.Paralelamente a este proceso, y tal vez relacionado con él, se inició una vía comercial de penetración maya que siguió el curso del río Ulúa y el valle de Comayagua en Honduras, y que llegó a conectar con sitios de la costa Atlántica de Costa Rica. La cerámica y la presencia de glifos mayas en pendientes de jade en estas zonas parecen estar en conexión con el florecimiento de la ciudad de Copán.Sin embargo, la mayor parte de las cerámicas producidas durante el Clásico Temprano son autóctonas, predominando las decoraciones de estampado de mecedora, puntuaciones e incisiones simples hasta formar líneas en zigzag, junto a la bicromía zonal, a veces en combinación con diseños incisos.Poco después del 600 d. C. se producen algunos acontecimientos de importancia que evidencia el expansionismo de las grandes civilizaciones clásicas americanas: mientras que el oro procedente de Colombia, Panamá y suroeste de Costa Rica desplaza al jade como principal material de culto y de status, las cerámicas se adscriben con claridad a la tradición maya: el tipo Copador, distribuido por Honduras y el oeste de El Salvador muestra una innegable relación con los polícromos mayas, e incluso contiene seudoglifos. Asimismo manifiesta conexiones con esta gran civilización la cerámica Babilonia Polícromo de Honduras y Nicaragua, la bícroma y polícroma identificada por los tipos Ulúa Mayoide, Ulúa Geométrico y Ulúa Polícromo del área de Nicoya en Costa Rica, que sitúan con claridad esta región dentro de la frontera meridional de Mesoamérica.También de suma importancia es la introducción de la práctica del juego de pelota en centros de integración política como Quelepa (El Salvador) y Los Naranjos (Honduras). El momento en que se introduce su práctica, el estilo de juego y la asociación de yugos y palmas encontrados en un depósito ritual en Quelepa, indican la adscripción de la zona a un proceso cultural que caracteriza el Clásico Medio en el sur de Mesoamérica.Esta difusión de los sistemas culturales del norte tiene su contrapartida en elementos procedentes del sur. Además del ya mencionado desplazamiento del jade por el oro como material de status, algunos tipos cerámicos, como el denominado Guacamayo y la decoración escarificada distribuidos por el sur de Costa Rica, se relacionan con tradiciones de Panamá y norte de Colombia. En el mismo sentido podemos interpretar el desarrollo de una tradición escultórica que se fundamenta en la representación de las cabezas trofeo en un estilo realista.Las poblaciones más importantes se concentran durante esta etapa en las costas, sobre todo ante las expectativas económicas que genera la explotación de la sal y de ciertos moluscos con el fin de sacar un tinte de color púrpura, sobre cuya base se establecieron relaciones comerciales a larga distancia, que se mantendrán en tiempos coloniales.Al mismo tiempo, continúa la manufactura de metates decorados con figuras humanas y animales, que se depositan como ofrenda en los enterramientos de elite. Su función es controvertida, los especialistas están divididos entre asignarles una actividad relacionada con la molienda ceremonial del maíz, o definirlos como tronos utilizados por los dirigentes. En cualquier caso, las piedras de moler decoradas con tallas que forman motivos complejos se consideran una explicación de la cosmología de los grupos costarricenses, siendo la losa la superficie de la tierra, y el maíz molido la esencia de los dioses, mientras que el inframundo se representa por las evolucionadas culturas emplazadas debajo de la superficie de molienda.A partir del siglo IX, coincidiendo en parte con los procesos culturales acaecidos en el sur de Mesoamérica, la influencia de esta región, patrocinada en buena medida por los mayas, se contrae. La caída de los centros clásicos del Petén hace que las relaciones se limiten al oeste de Honduras y El Salvador y que éstas sean de diferente signo.Sitios como Los Naranjos, Tenampúa y Yarumela se despueblan. Por el este, grupos de afiliación Putún originarios de la Laguna de Términos en Campeche y fuertemente influenciados por las culturas del centro de México, llegan al Atlántico para conseguir productos que son muy ambicionados por las comunidades yucatecas del Postclásico: cacao, oro, tumbaga... Como consecuencia de ello, aparecen en la región elementos que definen esta tradición Putún y rasgos toltecas, como son las cerámicas Naranja Fina y Tohil Plomizo, ambas consideradas como dos marcadores del período Postclásico Temprano en Mesoamérica.Los grandes centros de Nito y Naco en la costa atlántica manifiestan la cercana relación de estas regiones con los grupos itzá, que los utilizaron como puertos de intercambio controlados por ellos dada su situación estratégica entre áreas ecológicas y culturales distintas.En diferentes regiones de Nicaragua se desarrolla un estilo escultórico caracterizado por estatuas colocadas sobre altas espigas que se clavan en el suelo y están relacionadas con plataformas arquitectónicas. Las esculturas representan hombres que cargan a su espalda otros individuos más pequeños interpretados como la representación de su otro yo, y que resultan frecuentes en San Agustín y otros sitios de Colombia.También se producen profundas transformaciones en Costa Rica; en cerámica, desaparecen los fondos rojos, marrones y naranjas, que son desplazados por otros de tonalidades blancas y cremas y que definen el tipo Papagayo Polícromo, en un proceso que se corresponde con la expansión de un grupo de cultura mexicana, los Chorotegas. Por su parte, la cerámica polícroma Las Vegas con formas cilíndricas de alta base anular, y la cerámica Vallejo, presentan decoraciones que recuerdan el estilo Mixteca-Puebla, y son consecuencia de la penetración en la región de grupos del centro de México desde etapas intermedias del Postclásico, muchos de ellos definidos con el término común de pipiles.Los grandes metates decorados también sufren cambios hacia el año 1000, ya que tienden a desaparecer y a ser desplazados por otros de manufactura más común. En arquitectura se hacen también frecuentes los montículos circulares sobre basamentos de piedra dispuestos en torno a plazas, que se conectan entre sí mediante un complicado sistema de calzadas. El sitio Guayabo de Turrialba tiene acueductos de piedras alineadas, puentes y tumbas en cistas. Grandes losas de piedra talladas a manera de estelas pudieron ser usadas como marcadores funerarios.El rasgo más importante de la etapa es el énfasis en los trabajos con el metal, tanto oro como cobre y tumbaga, conociéndose las técnicas de la cera perdida, martillado, laminado y filigrana, y produciéndose bellas realizaciones artísticas que serán distribuidas por todo América Central y regiones del centro y sur de Mesoamérica. Su manufactura es introducida en el sur de la región al menos desde el 200 d. C., en que se hizo importante la producción de pequeños pendientes decorados para formar águilas, pájaros, sapos y hombres que, al menos entre el 400 y el 1000 d. C., guardan muy estrecha relación con los estilos Quimbayas de Colombia, y durante el Postclásico se rigen por patrones originarios de Colombia y Panamá.